miércoles, 14 de junio de 2017

QUIERO





QUIERO PERO TENGO MIEDO

Una vez más aprendo.




Estábamos saliendo de la piscina E 2, mi pequeño (que ha cumplido ya los dos, sí, cómo pasa el tiempo) G 6, mi mayor (que ronda ya los 7) y yo (que también crezco...ejem).

La piscina se ubica en una tercera planta. Hay ascensor y escaleras como en todo edificio moderno y adaptado que se precie. 

Ahí estábamos nosotros esperando al ascensor como toda persona de preferencia para usarlo (entre las que me incluyo cuando llevo el carrito del bebé, si no NO – aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid: los ascensores y los asientos en el transporte público son para quienes DE VERDAD los necesitan, ¿ok?)

G6 quería bajar solo por las escaleras y yo necesitaba el ascensor. 
Me pidió permiso y se lo di pero no se atrevía. 
Entró al ascensor. Volvió a salir queriendo atreverse. Volvió a entrar diciendo que mejor bajaba conmigo. Volvió a salir diciendo que quería bajar por las escaleras él solo (yo además sólo podía bajar en ascensor con el carrito del bebé).

Le pregunté si realmente era importante para él bajar solito por las escaleras o si podía aguantarse las ganas y asumir el ascensor. Era realmente importante pero no se atrevía.

Entonces valoramos opciones:

- Le ofrecí mi anillo. Se puso contento, se sintió protegido. 
- Le ofrecí bajar piso por piso. Yo bajaría en ascensor parando en cada piso para saludarnos  y seguir al siguiente y así hasta abajo. 
- Le ofrecí quedarme arriba disponible y atenta mirando por la ventana. Así si él quería volver a subir sabría que yo estaba ahí y si llegaba a la salida yo le vería y entonces bajaría.

Todo le parecía bien, cada opción era mejor que la siguiente... Hasta que me dijo “es que quiero mucho bajar solo pero tengo miedo”

Reconoció su miedo (nota de coaching: una vez reconocido el quiebre (la emoción-miedo en este caso era la que se lo producía) tiene solución)

Casi sin pensarlo me salió de dentro “pues agárrate al quiero en vez de al miedo” 

Y lo entendí después de decirlo. Me vi a mi misma habiéndome agarrado a algunos miedos y me prometí mentalmente agarrarme a los quieros.

Pensó un rato, aún pegados a la ventana del edificio. Me dijo que no, que de verdad que no, que bajaría conmigo en ascensor y ya vería otro día. Le dije que de acuerdo, que entendía su miedo y tenía razón para sentirlo, y nos encaminamos al ascensor.

Entonces sin mirarme, recto y con la cabeza bien alta bajó las primeras escaleras. No miró atrás. Siguió bajando. Le observé mientras llegaba el ascensor - que habíamos liberado hacía rato de tanto ir y venir, sí - . 
Cuando llegué a la salida me esperaba triunfal, tranquilo, sereno y pleno.

Me dijo “¿Has visto? Como que iba a entrar en el ascensor pero me agarré al quiero y no entré, bajé así directo a las escaleras.”

Nota de coaching: cuando el deseo es fuerte, síguelo. El impulso de seguirlo “sin pensar” (apagando la mente, conectando con tu esencia), confiando en tu potencial interior y en tu capacidad física te llevará a conseguir tu objetivo.

Así se lo dije. Hablamos mucho rato sobre lo aprendido.

Nota de crianza (y  nota mental, para cuando yo misma patino entre las prisas y el cansancio): A veces sólo supone unos minutos más de escucha llegar a un aprendizaje profundo con tus hijos. Acompañarles a ello merece mucho  más la pena que haber llegado a casa o al súper siete minutos antes por haber cogido el ascensor a la primera en vez de pararme a escuchar.

Nota de coaching: Merece la pena conocernos para conocerles. Explora en tu interior, crece como ser humano y podrás tender una mano firme que lleve a tus hijos a la vida hasta que estén dispuestos a soltarte.

Esta última nota me recuerda un sueño que tuve aún embarazada del mayor: había una charca y niños mayores observándonos. Quería bañarse pero no se atrevía. Le di la mano y nos acercamos juntos al agua hasta que me soltó y me dijo… “ya es suficiente, mami, ya entro yo solito”.


Nota de final: GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO.  





lunes, 3 de octubre de 2016

NO QUIERO EXISTIR


Imagen de Gregory Colbert


-No quiero existir. Para que no me vacunen. Para que no duela.

Algo que al principio latió dentro de mí como un inicio de alerta terminó siendo una gran oportunidad para los dos.

-¿Es por el dolor? ¿Tienes miedo al dolor? (al día siguiente iban a vacunarle. Nota: no voy a verter aquí opiniones sobre vacunas)

-Si.  Si dejara de existir, si todos fuéramos fantasmas, sólo habría placer y disfrute.

-¿Eso crees? ¿Te cuento un secreto? – y empieza a funcionar la creatividad.

-¿Sabes que el dolor es el contrario del placer? ¿Y que sin uno no podríamos valorar el otro? 
Primero porque sin existir es imposible que sintamos placer. No sentiríamos nada. Dolor tampoco, pero nada de todo lo demás.
Merece la pena existir por muchas otras cosas, merece la pena y el dolor. Sin ti habría un vacío en el mundo aquí donde ahora está tu lugar.

-¿Cuál es mi lugar?

-Este ahora, entre mis brazos. Sin ti yo ahora tendría los brazos vacíos de niños. Haría otras cosas con ellos, pero no sostendrían a un niño. Sin ti no hubiera conocido el amor que siento por ti. Sentiría otros amores pero no este que es sólo tuyo. Sin ti tus dos mejores amigos tendrían un hueco vacío en su corazón y en su vida.

-Tendrían otros amigos, tú tendrías otros hijos.

-Sí, pero no serían TÚ. Sin ti, tu hermano no sería tu hermano. Igual habría un niño…o no, pero si lo hubiera sería diferente. Él es él porque es tu hermano pequeño, tus amigos se completan porque existes. Sin ti Cual, aquel perro que encontramos y cuidamos, no habría sabido que es capaz de amar a un niño como te amó a ti. Sin ti, el orden de las cosas sería diferente.
Tú nos haces más sabios y más fuertes y capaces a papá y a mí. Tu lugar en el mundo es único porque tú estás y es importante. El dolor, la pena, la rabia, existen y nos completan pero nos muestran también el placer, la alegría y el amor.
Es sólo un momento y podemos chillar, llorar y enfadarnos pero también disfrutar, reír y amarnos.
Gracias por poder amarte, gracias por existir.

-Gracias a ti, mamá, por haberme traído a este mundo, por permitir que nazca mi hermano, por hacerte novia de papá y por poder amarte tanto.

Y así creo que estamos aquí (sea lo que sea esto) para hacer girar la rueda. Para amar y expandir el amor en vibraciones de agradecimiento y paz.

Contigo, siempre, seas quien seas, el mundo es un poquito mejor. Ese es el único propósito, ser un poquito mejores. Y no es tan grande como parece. Ser un poquito mejores es pequeño y fácil, es ayudar a alguien, es abrir caminos, es amar en lo pequeño, colaborar en la convivencia, mantener conversaciones, ser honestos…es, en definitiva, extremadamente fácil y pequeño. No nos andemos por las ramas, seamos mejores. Al menos un poquito, al menos por ellos. 

                                                           Imagen de Gregory Colbert

sábado, 14 de mayo de 2016

EDUCAR PARA CRECER



EDUCAR PARA CRECER

Escultura creada por Alexander Milov, un artista ucraniano, para el Festival de Burning Man

Ya está, lo voy a soltar. 


Hace muchos meses por suerte que leo en muchos lugares (también por suerte) lo importante que es que los niños hablen de emociones.

Mucha gente (por suerte) les apunta a talleres, cursos, campamentos, actividades artísticas y un sinfín de tareas novedosas muy de moda y más o menos caras relacionadas con las emociones, el aprendizaje emocional, el desarrollo personal etc…yo misma he trabajado y creado espacios que facilitan estos encuentros tanto con niños como con adolescentes.   
 Les leemos libros y vemos películas infantiles sobre emociones. 
¡Es maravilloso!  Realmente funciona y me produce una satisfacción enorme ver que la sociedad va tomando estos caminos, que animamos a nuestros niños a sentirse completos y respetados con todo lo que sienten. 

Los niños ya lloran y las niñas ya se enfadan sin que pase nada.


Aún queda mucho por hacer y, como dice mi abuela, “en todas casas cuecen habas y en la tuya a calderadas” pero... ¡BIENVENIDOS! Estamos en el camino.


Todo maravilloso. Y entonces, ¿qué es lo que voy a contar? ¿Qué pilotito rojo se me ha encendido para hacerme saltar de la cama en una de las escasísimas y preciadas siestas de sábado que he tenido en 6 años y tendré en los próximos… (mejor ni pensarlo)?  


¡VOSOTROS! Todos vosotros, yo misma, nosotros. Vosotros los adultos, padres/madres presentes o futuros que estáis leyendo esto. Yo misma, que estoy escribiendo esto. NOSOTROS. 


He saltado de la cama porque me late el corazón a todo galope cada vez que veo un nuevo anuncio del tipo: 

¡Animemos a nuestros hijos a hablar de emociones!” 
 

Me ocupo, deseo y me pregunto: “ojalá se apunten muchos niños, ojalá aprendan mucho y de la mano de los mejores profesionales y… ¿Los padres? ¿Qué harán mientras?


Porque por mucho lenguaje y gestión emocional que les enseñemos a ellos, como no empecemos con nosotros mismos le faltará una pata al banco. 
Ojalá ellos adquieran las mejores herramientas y los cimientos más sólidos, pero ¿qué vas a hacer tú cuando tu hijo que ha aprendido mucho sobre emociones te diga un día claramente lo triste que se siente o lo enfadado que está?


Igual destapo aquí una gorda como cuando te chivaron quiénes eran los reyes magos pero es que…¡¡¡¡¡¡Las emociones son los padres!!!!!!!


Tenemos la responsabilidad de hablar de nuestras emociones a nuestros hijos, de hacerlo con nuestra pareja, amigos y otros familiares delante de ellos. Hemos de ser valientes y afrontar que somos seres emocionales. 
No pretendamos que las emociones se pueden aprender como las matemáticas o los idiomas en el colegio o en academias y luego no hace falta usarlos en casa (conozco much@s amig@s que iban al colegio americano/alemán/ikastolas… sin que sus padres supieran ese idioma y no pasaba nada…a lo más no podían ayudarles mucho con los deberes pero de puertas adentro hablaban castellano y santas pascuas. Ahora son estupend@s profesionales poliglotas.)


A lo que voy: no pasa nada si tu hijo sabe alemán y tú no. Sí pasa si tu hijo sabe de emociones y tú no. Nos perdemos algo importante y ellos se pierden el mayor y mejor ejemplo que puedan tener: nosotros mejorados.


Pero es que además, para aceptar a un ser completo con sus emociones, sus límites y limitaciones etc…etc…primero debemos aceptarnos nosotros mismos.

Quien no sepa decir “no” tendrá dificultades para aceptarlo cuando se lo digan (mucho más si quien lo dice es un hijo). Quien no sepa que la rabia, el miedo o la tristeza tienen también su mensaje en positivo, tratará de taparlas en sí y en los demás y no tolerará ciertas expresiones. 
Así, cuando un niño sabio exprese rabia-tristeza-miedo-alegría etc… ante un adulto no tan sabio ni valiente se encontrará con respuestas como “no llores por eso que no es importante” “no tengas miedo por tonterías” “no rías tanto que molestas al vecino” y mandaremos a la mierda el presupuesto anual de talleres emocionales de un plumazo. 


Y eh aquí una vez más mi machacante idea (tomada de la doctora Shefaly Tsbary):

EDUCAR PARA CRECER

Tenemos ante nosotros y gracias a ellos una gran oportunidad de reeducarnos y reinventarnos, pero sobre todo de sanarnos.  


Nacemos completos y aceptados, lo vamos olvidando por el camino con los juicios, las imposiciones y “las buenas enseñanzas”.


Los talleres nos hacen más falta a nosotros que a ellos.


domingo, 13 de septiembre de 2015

EL TONTO PERICO







Hay un show chileno para niños que se llama Tikitiklip.


Les estoy muy agradecida por sus creaciones y sus canciones y por todo lo que he disfrutado con mis hijos gracias a ellas. Incluso me han salvado más de un viaje en tren en el que sólo se quedaban dormidos si yo les cantaba una y otra vez "Barco en el puerto".

Cosas de la vida, fonéticas aparte, cuando G. era pequeñito les llamaba Papapú.



Ahora que es más grande escucha las canciones hasta aprendérselas y disfrutamos mucho.


Eh aquí una que se titula “El tonto Perico” y empieza así:


"El tonto Perico tenia una jarra,
un saquito roto y una gran chupalla,
su mamá le dice anda a buscar agua
y el tonto Perico la echó en la chupalla. 
¡Perico! - le dice la mamá enojada-
tendrías que haberla echado en la jarra."


Continúa con varios ejemplos en los que Perico mete la pata y su mamá se desespera. Es divertida y…un día suscitó esta conversación: 


G: Mamá, ¿sabes por qué el tonto Perico hace todo al revés?

Yo: ¿Por qué?

G: Porque le llaman tonto…


Y ahí quedé yo, rendida ante su empatía y con una certeza más sobre las etiquetas a los niños.


Cuando les decimos estos tópicos aparentemente tan inocentes y con la mejor intención (véase “no seas malo” "anda, venga, cobardica" “no seas llorica” “no seas bruto” “no seas mandona” “qué princesita” “qué vaga”…) les estamos definiendo y a partir de ahí construyen sus acciones y por tanto su personalidad. 

Efectivamente acaban dándonos la razón y el círculo se envicia.


Gracias a esto me ha dado por pensar (y desde aquí a ello invito) cuántas veces al día les decimos estas cosas a los niños de nuestro entorno. 

¿Podríamos cambiarlas por un “te acepto como eres”?


A veces nos cuesta aceptarnos a nosotros mismos, pero siento que ahí empieza el camino para aceptar a estos pequeños que nos acompañan. 


¿Podemos cambiar las etiquetas/juicios por descripciones y aceptación? 


Esto no significa que les dejemos a su libre albedrío o que permitamos pasar por encima de ciertos límites.


El “te veo enfadado por esto y lo acepto pero no voy a permitir que me golpees” o "no por eso voy a ceder" (si estamos poniendo un límite claro que le pueda enfadar) funciona. 

El “te veo contentísimo y lo acepto, pero por favor haz menos ruido”  también. 

A partir de ahí las fórmulas son infinitas.


Porque cierto es que a veces pegan, gritan, saltan y corren cuando justo en ese momento no nos lo esperábamos o no nos vienen bien, reconozcámoslo.


ME VEO Y ME ACEPTO, TE VEO Y TE ACEPTO. 

Ahora sigamos creciendo juntos.


GRACIAS

miércoles, 10 de junio de 2015

CUANDO TE MIRÉ CORRER




CUANDO TE MIRE CORRER...

 

...ibas tras una perla. Poéticamente hablando siempre corres tras las perlas, pero esta era “de verdad”. 


Una amiga te la había regalado, blanca y redonda, pulida y completa. De plástico. Un tesoro donde los haya, un regalo de corazón.


Jugabas con tus amigos en unas escaleras, subiendo y bajando, riendo.


De repente, la perla se escurrió de entre tus manos y salió botando rumbo a la carretera.

Yo estaba pendiente del carrito de tu hermano, muy bebé y muy dormido.


En un segundo mucha información cruzó por mi mente, la peor imagen también: la perla a la carretera, tú detrás, un coche cerca.

Mi cuerpo se tensó, frené el carrito para que nada lo moviera y estuve a un segundo de salir corriendo, retenerte, coger la perla por ti y evitar la peor posibilidad.

A la vez sentí que pasaban por mi cuerpo la seguridad y la confianza. Un cálculo inconsciente de que por su fuerza y trayectoria la perla no alcanzaría la calzada. Mi oído y mi vista detectaron la manzana libre de tráfico y mi respiración me invitó a confiar en tu capacidad de detenerte a tiempo o de lograrlo. 

Veía tu cuerpo correr, capaz y resolutivo para alcanzar a tiempo tu tesoro.


Dispuesta a saltar ante el mínimo peligro, me entregué por completo a la confianza. Algo dentro de mí sabía que no debía hacerlo por ti, que lo conseguirías y que si no, si algún peligro acechaba, tu atención, tu responsabilidad y mi disposición serían capaces de contenerte a tiempo.

Así fue. Lograste atraparla airoso sin que saliera de la acera. Se destensó mi cuerpo de leona preparado para la caza. Se dibujó en el tuyo el gesto del triunfo y sin saber que te había estado observando corriste a abrazarme. Había sido un reto para los dos.


Siempre tenemos al menos dos opciones: intervenir o no. En medio hay posibilidades infinitas sobre el cuándo, el cómo, el desde dónde intervenir… o no.


Me surgen estas preguntas y a ellas invito: ¿Actuamos o reaccionamos? ¿Desde la confianza o desde el miedo?


Acompañar a crecer a los hijos supone, para mí, un viaje constante hacia la confianza. A veces tengo miedo, claro que sí, y gracias a él inicio el viaje y logro la meta.


Educar en confianza nos devuelve hijos capaces, responsables, orgullosos y, sobre todo, LIBRES. 

Puede que aquello que menos esperas sean tus propias perlas.



GRACIAS.